
¿A qué estás esperando?
Todo cuanto decías que nunca harías, lo haces. Lo que detestabas deja de resultarte tan irritante. Lo que te gustaba y ocupaba tus días pierde relevancia. Y de súbito un buen día te das cuenta que estás habitando en otro cuerpo, otra mente y otro corazón. Ya no eres tú, al menos no como antes.